Teme al viento como un cuchillo,
espera de los demás lo que los demás no esperan
de si mismos, teme al sol, teme
al vacío de su soledad, teme
a la paralisis. teme a la muerte.
A la inacción de la muerte.
Su miedo es tan grande, su horror
tan monstruoso y convulsivo.
La música le hace temblar y también
las raíces y las lágrimas y las lágrimas
de sus lágrimas.
Hoy decide ser un edificio
una especie de rascacielos
anudado en sus paredes eternas,
Un murallón descascarándose
con ínfulas de desperdicio
y olor a cebollas.
Teme a su altura sobrepuesta
a esa mitad de niño
que desenfunda como un revolver añejo
Teme a su poesía
porque sola se escribe
alimentando los opuestos
entre batallón o ancla.
Hoy decide que no decidirá
nada, que es muy pronto
para ser muy tarde.
Teme a las inexactas variaciones
de su ojo, a las dubitativas formas
de su inteligencia.
Teme a la mudez del resplandor
atisbado en los cubiertos,
a la deforme cara reflejada
en la cuchara
cuando sopea desconsuelo
y alegría.
La música le hace temblar y también
las raíces y las lágrimas y las lágrimas
de sus lágrimas.
Teme más por ser plantígrado
por ser cetáceo cuando se encoge
; más por ser obtuso
por estornudar por desnudar muñecas
por no tener dientes.
Su miedo es tan grande
su color tan callado
su orilla tan vasta.
Y se oculta del temor
en los escarbadientes
en las planchas de vapor
en los dentistas, en los
notarios, en los ministros,
en los neumáticos horrorosos;
detrás de cristo, detrás
de Dios mío,
con una comodidad de santo.
Teme a lo que viene
porque no llega.
A lo que llega, teme
con autoridad de músculo,
de soprano,
de vértigo.
Quijote

lunes, 11 de junio de 2007
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